de mis pasos en la tierra
responda el cielo, y no yo.
Así, de un salto, se sacude la culpa Don Juan. Tenorio, claro.
Aprovechando la inercia, me sacudo yo la del excesivo consumo de azúcar, achacándolo a que en esos días de santos y difuntos (más los segundos que los primeros) no resta hacer algún dulce tradicional de estas fechas. y Ahí van estos huesos de santo:
INGREDIENTES para dos docenas
Mazapán: Relleno de yema:
180gr de almendra molida 3 yemas M
150gr de azúcar 75gr de azúcar
75ml de agua 50ml de agua
ralladura de limón Glaseado: 200gr de azúcar glas y 5 cucharadas de agua.
ELABORCIÓN:
Mazapán: pon a hervir el agua con el azúcar durante un par de minutos, viértelo sobre la almendra en un cuenco, añade la ralladura al gusto y amasa con una cuchara de madera hasta que coja cuerpo. Deja enfriar y secar el mazapán dos horas.
Llévalo luego media hora a la nevera.
Yema: pon a hervir el agua con el azúcar durante 5 minutos. Este almíbar lo necesitamos más espeso. Bate a mano en un cuenco las yemas y añádele en forma de hilo por un lateral el almíbar, sin dejar de batir, para que no se cuajen las yemas al calor del almíbar.
Cuando esté todo integrado, dale golpes de 10 segundos de microondas a máxima potencia, removiendo bien en cada tanda, y hasta que espese. Yo lo hice en 5 vueltas.
Cuando el mazapán esté frío, lo pones entre dos hojas de papel de horno y lo estiras con el rodillo, procurando darle forma rectangular y un grosor de 2-3mm.
Le marcas las hendiduras con una brocheta de madera, y recortas tiras a lo largo de 5 cm de ancho, y estas a su vez en trozos de otros 5 cm.
Ahora viene la labor de convento: coge uno de los cuadraditos ponle un poco de azúcar glas en la parte lisa y enróllalos a un palito de madera, como por ejemplo el mango de la cuchara de guisar. Forma así un canutito, que luego rellenaremos con la yema. Déjalos secar en vertical, al menos una hora.
Con la ayuda de una manga pastelera, rellena por cada orificio el hueso con la yema, hasta que salga por el borde.
Luego mezcla el agua con el azúcar glas en un cuenco hasta que esté disuelta y baña uno a uno los huesos, poniéndolos a escurrir sobre una rejilla. Cuando el glaseado esté seco, ya los podrás manipular con facilidad. Y comértelos a gusto, acompañados de una copita de anís, que es la mejor parte de este asunto. El comértelos, no el anís (que también).
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